martes, febrero 14, 2006



EN OTRO LUGAR DE LA MANCHA (texto inútil)
Hay cosas que salen como un título inesperado. Te despiertas y está ahí (como el dinosaurio). Asustándote con su potencia muscular. Atropellándote con su soberbia mastodóntica. No se dice pronto. No se deja cambiar. Te despiertas en medio de la noche y todavía te espera. Agazapado en la última frase del sueño. No de una pesadilla de esas que te dejan impactado, sino de esos sueños chicle que masticas un rato y pierden el sabor, pero dejan la línea de goma intacta. Y sabes que es un título de algo, pero no de qué. Podría ser un ensayo exótico, un poema que se alarga tontamente hasta que se malogra solo, un cuento autobiográfico que te desilusiona en cuatro páginas, el principio de una novela imposible. Nunca sabes de que. Pero lo anotas. Y esperas que florezca. O, al menos, que crezca un poquito su tallo y eche alguna rama.
Tal vez "En otro lugar de La Mancha", piensas, se le habrá ocurrido ya a un montón de ingeniosos. Y lo miras, ahí tendido como una mujer bellísima en topless bajo un sol curvo que abrasa sus pezones rosados, con sus orondos pechos reposando grávidos sobre el costillar de un barco varado en medio de la llanura manchega. Es una chica de labios brillantes con un fulgor lunar de sumisas pretensiones concupiscentes y el cabello dorado liso cayendo inerme sobre un hombro desairado y pálido. Parece lanzar su figura tostada hecha de curvas cordilleras al horizonte, describiendo imaginarias geometrías sensuales sobre una toalla roja enorme. Detrás, la catenaria estrellada pinta la diadema de los molinos secos.
Pero te ignora. quiero decir la frase, por supuesto, la mujer también. Ella vive en la belleza y tu sólo en la ilusión. Dos mundos paralelos cuyas coordenadas rezan imposibles encuentros en el más allá de la galaxia láctea. Es viernes y pega el sol en otro lugar manchado de literatura, pero tu no sabes donde estás. Cierras el cuaderno y te das un baño para olvidarlo todo. Al salir del agua, las curvilíneas se han precipitado matemáticamente en imposibles ecuaciones. dos vértices sinusoidales consecutivos buscan la derivada inversa de una integral de Riemann en el aire seco del fondo. Y yo desconozco la geometría hiperbólica de los espacios comunes. Trataría de subir despacio al vector ortogonal que me llevase a un vértice coincidente con su mirada. Dispararía un haz de rayos gamma de ilusión con la esperanza de llamar su atención un instante mágico para poner en juego todo un despliegue de signos descifrables. Pero no encuentro la clave de la indiscreción y el silencio de los pájaros se hace cómplice de mi sospecha inarticulada: el mundo está en contra mía esta mañana. Se ha quedado quieto como un horizonte mediterráneo y no me deja participar de la sonrisa de la bella. Sé que estoy perdido en la impaciencia y sólo me queda el placer de la mirada.
Nunca iré a Granada, no encontraré la Alhambra desnuda de sus muslos, ni surcaré los labios catamaranes plácidos que imagina mi erección poética. Todo quedará en un sueño, como la vida, que decía Calderón. como la muerte, que digo yo.

SUEÑO IMPOSIBLE:
Despierto en el lugar del sueño. Está vacío. Como una película de televisión sin la croma de fondo irreal. Como en los rodajes de ciencia-ficción en bruto y estudio, cuando aún no se han añadido los efectos especiales generados por computador y todos los personajes parecen marionetas haciendo el ridículo con sus ropas exóticas. Despierto en la Nada y no me puedo mover porque no he nacido aún.
Ni siquiera he muerto alguna vez y espero reencarnarme. Nada. Silencio. Vacío. Floto en un lugar inexistente antes o después del Tiempo (¿el Limbo?) y mi pensamiento está petrificado en cristal cuántico . En realidad no he despertado. Ni estaba dormido. Porque no existo. No soy. Pero, es sábado y verde. Y sé que amo algo que todavía desconozco. ¡Ahhh...! Hoy es el principio de Todo. Deberá empezar aquí y ahora. No sé porqué, pero acabo de tener una certeza. Respiro. Me muevo. Ya sé quien soy. Grito y, al despertar, estoy solo y sudando, pero mi voz se ha quedado agarrada a mi garganta, retumbando en mis oídos sin que nadie más pueda escucharla. Inmóvil como un catafalco de mármol. Una araña se ríe en mi nariz, al abrir los ojos.
Hola...

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