jueves, febrero 16, 2006

Mi Fotografía no es objetiva. No pretende serlo. No puede serlo. Ni desde el punto de vista ético ni desde el estético. Yo tengo una manera de mirar influenciada por lo que sé de este mundo. Por el dolor y el placer, por la bondad y la maldad de aquello (s) que fotografío. Algo que a veces no tiene por que verse directamente. Hay que hacer un esfuerzo transversal para darse cuenta de que las cosas, y las personas, aparecen ante mi con una carga motivacional que impone una actitud de recorte de la realidad, de búsqueda de un eje que explique lo que hacen allí y qué parece que van a hacer después.
Yo leo en los ojos y los movimientos y procuro ser sutil al dibujar con la luz que les llega esas siluetas o expresiones que permiten deducir al observador atento por donde van los tiros. No digo que siempre lo consiga. La búsqueda de un tesoro como es comprender la vida humana es una difícil tarea que no siempre tiene el éxito esperado. Pero no cejo. Voy por más y de vez en cuando alguna foto tiene eso (el punctum, que dijo el filósofo) y pone en cuestión mi trabajo. No soy un fotógrafo militante de nada, porque la militancia aunque sea en buenas causas siempre tiende al exceso y de buenas intenciones están los cementerios llenos. Casi todos los fanáticos fundamentalistas de religiones, clases, naciones o del arte incluso resultan al final iguales: quieren convencer a los demás y se pasan tanto que causan más daño que beneficio. Ejemplos hay para tirar...
Pero también, a veces, uno se encuentra con imágenes inesperadas, como regalos del mundo y de la luz que llega sin pedir permiso. Entonces trato de atrapar el instante y lucho con los medios técnicos para ponerlo en un recuadro. Ni siquiera trato de contar historias, se trata como mucho de poemas visuales. Me entusiasma mi trabajo y mañana más...

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