martes, enero 09, 2007




En las distancias cortas se ve muy bien cómo ganan adeptos y votos los políticos. Antes incluso de que comience el periodo electoral ya van recorriendo aquellos lugares donde saben que hay muchos votantes potenciales: barrios, estaciones de metro y líneas de autobús, mercados, residencias de ancianos y centros de salud, etc etc. Y ahí se nota quien tiene tablas y quien necesita un poquito más de cocción, quien tiene carisma y quien sabe resolver una situación complicada en minutos (como cuando te sale un grupo de manifestantes o reventadores del mitin o del paseo y han de negociar con ellos para que no se lo fastidien del todo, en lo que Ruiz Gallardón es un maestro, por cierto). Ayer y hoy he estado con la presidenta de la Comunidad Autónoma de Madrid, Esperanza Fuencisla Aguirre. Y es tremenda en las distancias cortas. Del segundo nombre nos hemos enterado sobre la marcha mientras charlaba con una ancianita que se llamaba así. Ella ha salido rápidamente con un "yo también me llamo así, por mi abuelo que era de Segovia". Después de hablar, mucho mas de lo que podían esperar sus gentes de protocolo y toda la comitiva de prensa y demás, varios minutos con cada uno de los viejitos de la residencia de ancianos de Vallecas que íba a inaugurar (aunque ésta ya llevase funcionando desde el mes de marzo pasado) y cuando muchos creían que podríamos ir al piso de arriba, un periodista le ha dicho que unas señoras querían contarle algunas quejas y, ni corta ni perezosa, se ha lanzado a hablar con ellas. Eran sobre la comida, que consideraban insípida por su régimen sin sal, demasiadas verduras, etc. Bueno, pues Esperanza Aguirre ha manifestado su solidaridad con los gustos expresados "a mí tampoco me gustan las acelgas" y "Tenemos que convencer a la dirección del centro para que un día me invite a compartir a comida con ustedes, Pediremos un cocidito madrileño, pero eso sí, a ustedes no les van apoder dar chorizo ni el tuétano que tanto me gusta a mi... etc."
En el piso de arriba ha estado escuchando en cuclillas o semiagachada las historias de otra docenita de mayores, ha visitado a una anciana en su habitación y se ha fotografiado con todo el mundo, empleados o residentes. Y, al salir, un vejete con cachaba le dice: "¡qué tipín tienes, Esperanza!" que ha sorprendido y hecho reir a todo el personal presente. Ella no se ha cortado y se ha puesto a hablar con el susodicho, antes de bajar a echarse el discursito habitual de toda inauguración.
Lo que quiero contar con estas anécdotas, a las que podría añadir que ayer en un centro de salud, cuando un fotógrafo se cayó entre dos mesas a ella le salió un "Pero, Carlitos..." que nos hizo también reir a los presentes, es que en la distancia corta, es decir en el sentido más marujón de entender la política de siempre, el escuchar a sus posibles electores, tratar con humanidad de hija, madre o nieta a la gente, en ese populismo típico de los tiempos de antes de las grandes campañas mediáticas de propaganda, es increíble. Resulta entrañable y tiene un carisma que para sí quisieran todos los demás candidatos de su partido o de los otros. Independiente de la gran política, de los programas y todo eso que debería ser lo que llevara a votar a la gente pero que, al final no lo hace. Son los pequeños momentos, el contacto directo pero escuchando y sabiendo decir después "toma nota" a sus ayudantes, lo vayan a hacer de verdad o no, lo que hace que mucha gente que "no entiende de política" a la hora de depositar su voto se acuerde del día que éste o la otra habló y escuchó sus cuitas un día.
Tomen nota los demás. No es el mejor programa ni las ideas abstractas salvo en casos muy circunstanciales lo que hace ganar elecciones. Y, para que vean a qué me refiero, pueden ver mis fotos en madridiario
o en este blog. Arriba la pueden ver en las situaciones relatadas.

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