martes, marzo 06, 2007

Madrid está lleno de túneles que comunicaban los rios subterráneos, así como las dependencias del Palacio Real con algunos lugares de esparcimiento por los que los reyes de antes salían de juerga. Mi suegro, que era músico, me contaba que se iban de parranda con el abuelo del actual monarca por esos pasadizos a las cuevas de la Plaza Mayor y alrededores; y por mi abuela, que vivió en palacio, y uno de cuyos tíos acompañaba a caballo la carroza real y murió como consecuencia del atentado de Mateo Morral en la boda de Alfonso XIII, también recuerdo haber oído de pequeño cosas sobre aquellas aventurillas. Pero, a lo que iba, en muchos sitios como los mesones del centro, la plaza de la Paja y las costanillas y cavas, así como en la zona del Prado (ese cielo de Madrid al que iban a pasear los castizos, está horadado el subsuelo por túneles que conectan laberintos hoy cortados y que tenían acceso a los arroyos, como en el caso del Arroyo de la Fuente Castellana que discurría por debajo de esos bulevares que conforman actualmente los Paseos del Prado, Recoletos y Castellana y que tienen un sistema de seguridad para el Banco de España (en Cibeles) que inundaría la cámara del Tesoro si alguien quisiera robarlo; o el arroyo del Abroñigal que recorría gran parte de la actual M-30. Bueno, pues hoy estuve en una de esas cuevas porque dos fotógrafas (Marisa Flórez y Queca Campillo) han abierto una exposición en la calle de San Pedro en un local con acceso a una cueva.

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