miércoles, abril 11, 2007

En los años de Maricastaña, que es cuando yo era pequeño, corrían por las calles de Madrid travías como éste, con un conductor con gorra que daba vueltas a una manivela y un cobrador detrás con dedal de goma para cortar los pequeños billetillos de papel finísimo que valían una cincuenta. Los asientos eran de madera y algunos llevaban cartelitos que decían "reservado para caballeros mutilados", además del "no escupir" y "no hablar con el conductor". Y en los topes de atrás se colgaban los chavales por diversión y los que no tenían dinero por necesidad. Ahora se expone uno de película en la nueva estación de metro de Pinar de Chamartín.

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