viernes, octubre 19, 2007





Lo de la Cañada Real no es un problema de fácil solución. Me parece absurdo montar el follón de ayer para echar abajo una vivienda, que es defendida, como no podía esperarse menos, por todo el barrio con estilo oriente medio (asentamientos judios o palestinos): las mujeres y los niños se refugian en la casa y se niegan a salir, por lo que deben ser arrastrados por la policía, con los subsecuentes empujones y golpes que se aprecian en las imágenes televisivas, sillazo incluído; los muchachos se sitúan en los alrededores, donde no faltan piedras, y hostigan a la policía que ha de responder con sus medios antidisturbios, montándose un conflicto de mayor importancia de la previsible (casi 40 atendidos, de los que la mayoría son policías, entre los que 19 han pedido la baja laboral, mira que son blanditos, ¡joder! porque iban bien cubiertos como astronautas y sólo les tiraban piedras o sillas). Dice el alcalde que van a limpiar de infraviviendas la Cañada en cuatro meses. ¡Será soñando en su piso del centro de madrid y con toda clase de lujos!. Porque allí viven unas 40.000 personas, la mayoría de las cuales no tiene adonde ir si los echan de su casa, como no sea a la de al lado. Es evidente que hay allí casas de gente con muchos posibles: como esa de muros y verjas y alarmas, casas con jardín y a veces hasta piscina y coches caros en el interior, pero también que casi todas las casas se hicieron hace años y se han traspasado y que, al día siguiente de echar abajo una, se están levantando otras, como se ve en otra foto del mismo día. Toda acción ha de ser legal, con orden judicial y demás, pero además ha de ser racional. Si van a tirar abajo todo el barrio han de pensar donde se va a meter a tanta gente, a no ser que los echen al mar o a un gueto de exterminio. Y hacerlo de una vez por todas para no tener que sufrir un montón de veces sin solucionar nada. Pero ¿quién se beneficia de todo eso? Y no cuenten que es para que vivan mejor sus habitantes. Los hay que venden drogas, los hay que trabajan en la construcción o en el trapicheo de lo que pueden, desde chatarra a fruta y muchos están en paro. Alrededor de sus pequeñas casitas hay ya algunas torres construidas con piscinas o jardines en terreno de la Cañada, y un montón de buitres constructores a la espera de que sus terrenos valgan más cuando en la Cañada se haga un parque o lo que sea en lugar de haber focos de marginalidad social. Y, luego está lo de otras muchas personas que no están de acuerdo con que se regalen viviendas cuando son muchos los madrileños que no las tienen ni pueden comprarlas tampoco y, sin embargo, pagan impuestos por su trabajo. Se trata, pues de un problema complejo que no tiene soluciones fáciles ni mucho menos violentas. Hay que ser prudentes y no exacerbar lo ánimos porque sí y, antes de echar abajo una casa, que ya está volviéndose a levantar hoy, tomar medidas negociadas en lugar de usar la fuerza jurídico-legal o policial. Al final de todo está el asunto de la pobre gente pobre que tiene que salir de sus lugares de origen a ganarse la vida en otro país, porque los occidentales hemos esquilmado el suyo o ponemos unas condiciones a sus recursos que los convierten en basura (subvenciones agrícolas, pesca abusiva, imperialismo comercial, etc.) y cuando están aquí ganándose la vida malamente de albañiles o peones de lo que sea necesitan dormir, y si tienen familia con mayor razón. Porque nosotros no cabreamos muchísimo por los pisos patera, por las viviendas ilegales e incluso por tener que aguantar en el Metro o en las tiendas del barrio a tantos extranjeros, con sus costumbres, extrañas religiones, ropas, distinto criterio de la higiene tal vez, por todo eso que, como dice el elegante Duran i Lleida deben adaptarse a las nuestras, pero, salvo en lo relativo al respeto democrático ¿porqué debe ser así?. La convivencia no puede hacerse por imposición y la integración no puede ser asimilación del otro a lo nuestro, aunque nos joda. El mundo no es como querríamos que fuese sino como es, los inmigrantes están aquí para quedarse a vivir en su mayoría, no para un ratito, nosotros necesitamos de ellos y ellos de nosotros y las fascistadas de ¡pues que se vayan! no sirven para cuadrar las cuentas económicas ni demuestran ninguna humanidad. Yo no estoy a favor de regalar pisos a todo el que se ponga a llorar porque no tiene, ni siquiera yo tengo uno en propiedad, así que antes que a otros preferiría que me lo dieran a mi, naturalmente. Pero lo que es indudable es que con bolas de goma, porras, botes de humo, piquetas y excavadoras no se arregla nada. Y menos si se hace de una en una, que más parece una vacuna preventiva para que los resistentes se preparen mejor para la próxima. ¿O no?.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola,soy una estudiante de odontología y estoy haciendo un trabajo sobre la Cañada Real y estaba documentandome sobre el tema. Estoy totalmente de acuerdo contigo y creo personalmente que la demolición de la totalidad del municipio no solucionaría nada si no que crearía más problemas porque antes de demoler los hogares de gente que no esta sobrada de recursos por así decirlo de alguna manera, hay que pensar donde se quedarán una vez que nosotros les hayamos arrebatado su hogar.
Un saludo