miércoles, diciembre 12, 2007





Recortables, esas hojitas de papel con las que jugábamos los niños/as de antes cuando no teníamos dinero para comprarnos videojuegos (en realidad no habríamos sabido qué coño podría ser eso, porque no había ni un ordenador en toda España), ni tan siquiera una bici o un balón de cuero, que los reyes magos no se acordaban de traer. Era cuando (in illo tempore, o sea en tiempos de Maricastaña) sólo la imaginación propia y las conversaciones no chateadas sino directas con los amigos pues no teníamos ni teléfono fijo (el único que tenía un móvil en el mundo era el detective de cómic Dick Tracy en su reloj). Entonces jugábamos con chapas en las que poníamos dentro dibujado o recortado de un cromo o periódico a los ciclistas de la época que eran Bahamontes, Coppi, Berrendero, Poblet,...) o los equipos de fútbol entre los que no podía faltar el Real Madrid pentacampeón de Europa con Di Stefano, Puskas y Gento y el Barcelona de Kubala, Kocsis y Ramallet, etc. Yo, con mis vecinos de Fernández de los Ríos 57 bis, enfrente del cual había una vaquería con su maravilloso olor a caca de la vaca y a leche recién ordeñada. Pero, a lo que íbamos, en el Museo del Traje hay una pequeña exposición de antiguos recortables. No están aquellos de soldados de la segunda guerra mundial o de indios y americanos, romanos y cartagineses y cosas así que yo pegaba a una cartulina y me servían para hacer batallas por el pasillo de casa, pero hay cosas curiosas como esa demencial Shirley Temple con trajecitos de falangista y flamenca o los decorados teatrales y personajes del Tenorio y otras del siglo XIX francesas y hasta rusas. Una "pocholada"... oye...

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