viernes, enero 04, 2008




Buenos días en Madrid. Ha salido el sol para que los niños puedan ir a ver a los reyes magos y sus papás hacer las compras pertinentes. Quedan pocos días de vacaciones y las tarjetas de crédito echan humo, los precios se han disparado pero no podemos dejar de gastar compulsivamente porque nos sentiríamos mal de hacerlo en estas fechas. Es una horrible contradicción que cuando era pequeño veía en mi familia sin comprender porqué a los niños ricos les traían bicicletas y trenes eléctricos y a mi y mis hermanitos sólo indios de plástico y triciclos, pistolas y muñecas baratas en lugar de las que hacían de todo. Y teníamos las suerte de tener mucha familia, con lo que según pasaban las horas y llegaban los tíos iban viniendo más regalos que lo reyes se empeñaban en dejar por todas partes en vez de ponernos lo que costando más era sin embarglo lo deseado. No sabíamos que así se multiplicaba la ilusión durante todo el día, aunque también las frustraciones. Pero luego nos enterábamos de que había otros niños que no recibían nada y eso nos parecía injusto e incomprensible. Los mayores creerían que éramos tontos o insensibles, pero no. Aquello era absurdamente emocionante, pero tan injusto... Ahora la cabalgata es impresionante porque la patrocina el gran coloso de las compras de estas fechas, aquella tienda que empezó siendo casi nada y luego se fue comiendo a sus competidores de postguerra: Galerías Preciados, Sederías Carretas, Almacenes Arias, SEPU, Mazón, y tantos otros comercios que han ido desapareciendo y dando lugar a un monopolio del regalo antes de que don Amancio y otros inventaran Zara y los demás que hoy engullen cines y bancos en la Gran Vía y alrededores. Bueno, usted a lo suyo ¿ha comprado ya todo o le queda un detalle de última hora para ese sobrinito o aquel hijo de vecino simpático que apenas tiene para comer pero se merece, como todos los niños, algo?. Pues, ¡hala! a la calle que ya es hora de tiendas.

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