miércoles, agosto 05, 2009







La mañana siguiente fue de playita (Playa Jardín, de arena volcánica negra y fina con esa característica línea de edificios de colores llegando hasta el borde del mar ¿qué harán con la Ley de playas, derribarlos como los chiringuitos en los que tan ricamente se toma uno la cervecita y la paella?) y lectura tirado mirando a los lagartos isleños, las flores y escuchando el ruido de las olas. Luego a pasear hasta el malecón a ver romper las olas y comprobar que las gentes que llegaron en cayucos se ganan la vida haciendo trencitas o vendiendo baratijas a los tuirstas (como cuando los viajeros coloniales iban a las aáricas y américas y les cambiaban el oro por los collares de cuentas). Y al día siguiente a Santa Cruz de Tenerife (el auditorio es lo único que pude ver antes de coger una guagua camino del sur a las playas con viento donde los surfistas y cometeros se divierten y hay menos gente en la arena, a El Médano y su montaña roja tras la que hay otra playa magnífica, la solitaria de la Tejita que van en la entrada siguiente.

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