viernes, enero 22, 2010





Hoy he vuelto a pasar por Fitur y, harto de los paripés y las malas caras del alcalde y su socia y una vez hecho mi trabajo del Día de Madrid en la feria, he decicido volver a pasarme por Bagdad. He encontrado a la chica del otro día que se llama Carmen y es madrileña también y se ha ofrecido a allí mismo a envolverse y tragarse (bueno, no del todo) una boa de verdad, vivita y coleando para que le hiciese estas fotos. Un encanto morboso ¿no? Me ha hecho recordar una vieja anécdota propia en un piso del centro al que acompañé a una chica que vendía cosas de India en el Rastro y con la que había charlado y me invitó a su habitación. Hace de eso unas dos décadas ya y yo me iba o acababa de volver de India creo recordar. Cuando nos echamos en su cama noté una extraña sensación en las piernas: un frío suave me enrollaba. Una boa más grande que ésta, que era su mascota, y me dió una justificación sobre el asunto. Algo así como "es que va al calorcito y suele dormir acurrucada junto a mi". Yo me levanté y salí pitando no fuera a querer incubar mis... ¡Perdón por contar ésto, pero me ha venido a la memoria de repente!. No tengo ni miedo ni asco a los ofidios, me parecen muy bonitos y su tacto es delicado y fresquito, pero tanto como para convivir con la bicha... aunque en momentos de película da mucho morbo.

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